domingo, 24 de febrero de 2013

Lugares de interés geológico y minero: meteoritos y yacimientos minerales




Fernando Vázquez Guzmán. Catedrático Jubilado y Profesor Emérito. Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas de Madrid 



Meteorito en la atmósfera terrestre.
En ocasiones, en la televisión o en la prensa diaria, nos dan la noticia de que un meteorito de gran tamaño amenaza con chocar con nuestro planeta, e incluso que se toman medidas para desviarlo o impactarlo, hasta con un ingenio nuclear... Y, recientemente, se ha sabido de “un meteorito que explotó en los montes Urales, dañando edificios, reventando ventanas y provocando una lluvia de cristales rotos sobre las personas”.


Otras veces, nos informan de la recogida de uno de pequeño tamaño, en una determinada región del globo, que, tras su estudio por los expertos, queda descartado.


Imagen: Ian O'Neill in @univertoday.
Hoy la ciencia admite que los dinosaurios se extinguieron en el Cretácico, hace unos 65 millones de años, como consecuencia del impacto de un meteorito en la península del Yucatán, que produjo la estructura Chicxulub de unos 190 km de diámetro.  Entre los más conocidos, de estos impactos, destaca el del Cañón del Diablo en Arizona, cráter Barringer, de hace unos 50.000 años, con un diámetro de 1,2 km y unos 170 m de profundidad.



Imagen radar del Complejo Ígneo de Sudbury,
con la geología superpuesta
(tomada en el 8º Simposio de IAGOD).
Pero, desde nuestro punto de vista minero, nos interesan aquellos relacionados con mineralizaciones, generalmente desconocidos por el gran públicoMe refiero, fundamentalmente, al Complejo Ígneo de Sudbury (Ontario, Canadá), y al Complejo de Bushveld en Sudáfrica, interpretados como la fusión del manto producida por impactos de meteoritos.

La posibilidad de conocer “in situ” estos lugares, de interés geológico-minero, se ofrece en la asistencia a Congresos y Simposios, y son parte ineludible de la formación de todo interesado en los recursos geológicos y minerales.



Sudbury. Mineralización en rocas básicas
con textura de segregación magmática..
El distrito minero de Sudbury es la mayor concentración conocida de mineralizaciones de Ni-Cu-MGP (míquel-cobre-minerales del grupo del platino), relacionadas con rocas máficas, encontrándose en una compleja zona del escudo canadiense, donde tres provincias estructurales coinciden, y en relación con una estructura de impacto de extraordinaria importancia. Además, alberga importantes depósitos de U, Au, Au-Cu y Zn-Pb-Cu.

Sudbury. Mineralización en fracturas
de rocas graníticas.
Si bien la mayoría de las mineralizaciones de níquel tienen como roca de caja rocas básicas, es de señalar que algunas corresponden a inyecciones en fracturas de los fundidos residuales, asociados a ellas, estando en rocas ácidas. Una vez más se comprueba que los yacimientos y la naturaleza, en general, se resisten a ser encasillados en unos modelos rígidos, cuestión muy a tener en cuenta en su búsqueda e investigación. Y ello como consecuencia de que, en todo evento geológico, participan diversos procesos implicados en el mismo. 

Conos de impacto en Sudbury (Canadá).
Entre las características de esta estructura de impacto, responsable de la existencia de estas mineralizaciones, y que pueden ser reconocidas a simple vista, se encuentran: la distribución de conos de impacto (shatter cones) según un patrón radial; la existencia de brechas pseudotaquilíticas y cataclásticas; y la presencia de minerales metamorfizados.


Cono de impacto mostrando
las estrías (Sudbury, Canadá).
Con ocasión del 8º Simposio de IAGOD (International Association of the Genesis of Ore Deposits), celebrado en Canadá, tuve la oportunidad de tener en mis manos uno de estos conos de impacto y conocerlos tal como se presentan en afloramientos de campo.




Se trata de un tema de gran interés, en relación con la génesis de yacimientos, pero, evidentemente, no todas las mineralizaciones de níquel responden a este mecanismo.

Mina de Aguablanca (España). Foto R.F. Rubio.
En España contamos con el yacimiento de Aguablanca, descubierto en 1992, en la confluencia de las provincias de Badajoz, Huelva y Sevilla, que, según distintos estudios, corresponde posiblemente a la primera mineralización Ni-Cu-MGP de significación económica situada en un margen continental activo. Ámbito considerado, generalmente, de menor interés minero para este tipo de mineralizaciones.



Komatitas basálticas anfibolitizadas,
atravesadas por vetas cuarzo-feldespáticas
(fusión parcial de granitoides adyacentes).

Creo interesante señalar, en relación con las mineralizaciones de Ni-Cu-MGP, que algunas de las relacionadas con rocas ultramáficas lo hacen con las denominadas komatitas, equivalentes extrusivos de peridotitas, harzburgitas y dunitas, que reciben su nombre del río Komati, en Barberton Mountain Land (Sudáfrica).



Estructura “spinifer” en lavas komatitas
Barberton Greenstone Belt, Sudáfrica.
Son rocas caracterizadas por su estructura “spinifex”, una malla formada por el intercrecimiento e interpenetración de cristales esqueléticos alargados de olivinos y piroxenos, de cristalización rápida, que asemeja un tipo de césped denominado “spinifex grass”. Son rocas excepcionales tanto por las temperaturas de erupción de más de 1.600ºC, como por su elevada antigüedad. 



Años más tarde de acudir al 8º Simposio de IAGOD, pude comprobar sobre el terreno, esta vez en África del Sur, un ejemplo de impacto meteórico, de gran interés geológico, tanto por su forma como por las características que lo conforman.


Panorámica del domo de Vredefort.
El área visitada fue la estructura del domo de Vredefort, situada a  100 km de Johannesburg, formada por un basamento de rocas arcáicas, compuesto por una zona central de leucogranulitas 
rodeada por granitos y neises, a su vez envuelto por un anillo de sedimentos y lavas de la serie de Witwatersrand.



Fracturas externas radiales en la corona del domo.
Un gran cráter, producido por el impacto de un gran meteorito, el más antiguo conocido, de unos 2.000 millones de años, fue seguido por el levantamiento de su parte central rodeada por una estructura anular de subsidencia, de unos 150 km de diámetro, limitada por un escarpe de falla.










Representación del impacto.
El colapso del levantamiento del núcleo central originó el plegamiento volcado y concéntrico de los estratos de la serie de Witwatersrand, que fueron posteriormente erosionados, de manera que sólo la parte más profunda de la estructura es accesible.


Estrías de los conos de impacto,
en las cuarcitas de base
serie de Witwatersrand (
Zona de Vaal River).
Algunas de las características del impacto pueden apreciarse bien a través de Google Earth, o bien en campo, como en la zona de Vaal River, donde las cuarcitas de base de la serie de Witwatersrand presentan conos de impactos, con las características estrías, análogas a las existentes en Sudbury, o bien en una cantera de pseudotaquilitas.

 


Cantera de pseudotaquilitas.

Dejo, para otra ocasión, el relato de unas visitas excepcionales a las explotaciones mineras del Complejo de Bushveld, también interpretado como la fusión del manto producido por el impacto de un meteorito y de una antigüedad análoga a la del domo de Vredefort, al tratarse de un escenario con características muy distintas a las hoy aquí tratadas.

fernando.vazquez@upm.es

sábado, 16 de febrero de 2013

Por las dehesas salmantinas

Este relato, una vez más deslavazado e incompleto, surge tras apenas dos días de trabajo intenso en plenas dehesas salmantinas, junto al Campo Charro, acompañado por David Lorca y Julio Verdejo, discípulos y compañeros.

La dehesa salmantina da para mucho andar, mucho ver y mucho disfrutar. Da para respirar profundo, para limpiar la mirada, para purificar la sangre, para alabar al Creador y, cuando se terminan esos dos días de recorridos entre encinares y arroyos, y se monta uno a las grupa del 4x4 de David, para retornar a los cuarteles de invierno, los recuerdos se van rumiando, se van digiriendo, se van sedimentando, se van amando...


Y el corazón vuelve henchido por haber podido disfrutar de uno de los ecosistemas más singular y mejor conservado de la Península Ibérica, que se extiende por más de 350.000 hectáreas de terrenos de dehesas, en tierras salmantinas, dando cobijo a más de 275.000 unidades ganaderas, a las que de una u otra manera están ligadas muchas familias de estos entornos, que cuidan con primor de estas tierras, y se responsabilizan de su conservación.

La visita, en pleno invierno, no encuentra el mejor escenario, que llegará allá por abril o por mayo, cuando con la primavera se despierte la vegetación, se afane la fauna por traer descendencia, y se abran las menudas flores del campo para ofrecernos mil olores y mil colores.

Ahora, eso si, los arroyos y regatos están exuberantes; las charcas y los lavajos repletos de agua de las pasadas lluvias; los encinares y los alcornocales esperando dormidos; el viento en calma y la luminosidad plena; los cielos azules y los suelos acolchados de hojarasca ocre; las aguas cantarinas y la soledad casi plena... ¡Qué obra tan maravillosa!, ¡que escenarios tan recoletos!, ¡que descansos al cansancio!,...

Gozada es contemplar a los terneros y a las vacas y a los caballos, con un campo todo suyo; pero también a esos cerdos ibéricos de bellota, buscando su alimento en un continuo andar, fuera de establos y corrales, para criar sabrosos jamones y paletillas y lomos...

Por donde anduve estos dos días no eran dehesas de toros bravos, ni de ganado ovino, si bien hay que atravesar cercas y cercas, que compartimentan la propiedad; portelas que cortan caminos y hay que abrir; alambradas que hay que saltar o pasar reptando,... y todo esto, que podrían parecer obstáculos no nos corta el paso, porque  se cuenta en general con una muy buena vecindad, cuidada con esmero por todo este mayoritariamente joven personal, que trabaja intensamente, finalizando los últimos toques de este proyecto minero, que muy pronto es de esperar se pondrá en marcha, con una planificación muy estudiada y prevista y cuidada en mil detalles.


Relaciones humanas las que se palpan y las que se viven, que son fundamentales, y que están consolidadas en el respeto y en la convivencia, pero también en la total observancia de las leyes, por todos los actores, y en la consideración de que la cooperación sólo beneficios puede traer, a estos entornos en los que la juventud no encuentra lugar de trabajo, acorde con las necesidades actuales, y una ilusión se ofrece ahora, al cobijo de este quehacer minero.


Pero permitirme insistir en lo maravilloso que es dejar volar la imaginación, cuando te abres paso entre melojos y quejidos, pero también cuando te encuentras frente a algún fornido alcornoque, con su gruesa corteza de corcho, y especialmente al discurrir junto a robledales y encinas centenarias (que algunas ya eran árboles allá por la Edad Media). Sus troncos retorcidos, con geometrías tan extrañas; sus líquenes que recubren sus ramas, y parecen llorar sus lágrimas; sus hojas haciendo alfombra en los suelos y dando cobijo a una microfauna que, minuto a minuto, cubre sus cometidos; sus raíces dando alimento a los jabalíes y preservando de la erosión...


Allá abajo, en los arroyos y los regatos, donde todo se conserva en su estado más pristino y original, son las fresnedas las que se hacen centenarias, las que hoy sin hojas aguardan a la primavera. Aquellos fresnos que un día sirvieron para construir los arcos de tantos Robin Hood de los bosques, y los mangos de tantas herramientas pero que, más recientemente, se utilizan, por su gran fuerza y resistencia, para los bates de béisbol y de críquet.



Aquellos fresnos que, en la mitología nórdica, sirvieron para crear al primer hombre: Ask; fresnos que, en Inglaterra valdrían para curar el raquitismo o quitar las verrugas; fresnos que, en Sussex, se conocían como "hacedores de viudas", porque sus grandes ramas, con frecuencia caen sin advertencia. Fresnos de cuyas hojas los pastores hacen infusiones laxantes y diuréticas, o las mezclan con otras plantas para hacer una tisana antirreumática. Fresnos de los que ha salido el armazón de muchas máquinas, y con los que se han construido muchas escaleras, o que han servido para fabricar ruedas y carrocerías... ¡cuánta sabiduría popular que se va perdiendo!


Y lo que no me cabe duda es de que los griegos, que en eso de la mitología eran más listos que el hambre, supieron que las melíades eran las ninfas nacidas del fresno, mientras que las driades eran las ninfas nacidas del roble. Yo creo haberlas visto aquí, escondiéndose donde la vegetación se hace más impenetrable, pero, al acercarme en ellas se han esfumado o se han recreado de nuevo en fresnos y en robles... se que me estaban mirando, que mil ojos contemplaban lo que hacía, pero no eran visibles; tendré que volver a la luz del plenilunio, al arrullo del agua, al amor de fogatas y candiles, para soñar despierto, mientras que las brujas barren con las escobas los senderos, para atraer a intrépidos soñadores hacia sus aquelarres y sortilegios.

Y bajemos de nuevo, una y otra vez allá, al frescor del agua de riberas y regatos, a sus fresnedales, hoy desnudos de hoja (esperando el renacer de la primavera), abriéndonos paso difícilmente por los setos de zarzas enredadas, que te atrapan la ropa; saltando sobre troncos podridos y resbaladizos, que fueron arrastrados por las lluvias, para enriquecer al suelo; pisando alfombrillas de musgo, que recubren con primor a las rocas, y a esas rocas "piedras caballeras" apiladas en las laderas, en equilibrio inestable, que lloran sus aguas cutáneas...

Rocas que aquí tienen millones y millones de años, en su existir, y que incluyen desde los granitos hasta las pizarras y esquistos, pasando por las cuarcitas, que han sufrido los efectos de las presiones tectónicas, y del metasomatismo, y que han recibido, desde lo más profundo, a los fluidos magmáticos portadores de los minerales radiactivos.

Rocas todas ellas que se ven cubiertas por relictos recubrimientos miocénicos, que muchas veces quedan como testigos en zonas elevadas, para recordarnos a aquel lago que inundó a la Depresión del Duero, hasta que las aguas entallaron, con tesón, a rocas bien consolidadas y competentes, allá por Los Arribes, en tierras zamoranas y portuguesas, deseosas de desembocar en el océano Atlántico.

Y, dentro de este contexto litológico, espectacular es el tránsito del río Yeltes por los berrocales graníticos, donde esta roca se ve hoy expuesta en superficie, olvidando que se consolidó a partir de un magma profundo ascendente, en forma de enorme gota invertida, dando lugar a una solidificación muy lenta, y a gran presión, antes de alcanzar la superficie. Allí se fueron desagregando, más o menos, sus tres componentes bien conocidos: cuarzo, feldespato y mica.

Luego, la implacable erosión, lenta pero constante, lo ha hecho aflorar, para regalarnos hoy paisajes y formas tan peculiares, tan características, tan sólidas y consistentes. Se trata de un verdadero laboratorio de geomorfología granítica, desconcertante y sorprendente, donde la imaginación puede volar y volar frente a tantas formas originales e insólitas, esculpidas con arte y maestría, por un agua que no tuvo prisas en su empeño, y que vio pasar impertérrita a decenas y centenas de cambios climáticos, que fueron dando su golpe de gubia y cincel, esculpiendo su impronta escrita en las caprichosas morfologías.

En ese tránsito del río, con tajaduras verticales, con  grandes bolos listos para rodar pendiente abajo, el río ha formado las peculiares "marmitas de gigante", piletas verticales perforadas por el lento pero implacable girar de piedras, movidas por el agua.

Y aquí, también, a la orilla del río, junto a algunos de esos balsones de agua, se extienden playas de fina arena, depositada tras las crecidas.

En pleno enclave granítico (en realidad se trata  de las granodioritas de Bañobárez), a favor de una falla regmagenética profunda, surge un agua termal, a unos 45º C, que ha dado origen al balneario de Retortillo, en un enclave de singular belleza. Son aguas de facies bicarbonatada sódica, con elevado contenido en sílice y en flúor, como es normal en aguas termales.

Los romanos, que en esto de las aguas termales eran más que listos, ya las aprovechaban como termas, tal cual  lo atestigua un ara votiva, dedicada a Aquis Eletesibvs, hallada y conservada en el Balneario de Retortillo, que traducida  dice "Eaco, hijo de Albino, cumplió gustoso el voto de erigir un altar a las aguas del río Yeltes"

Por aquí están abiertas las páginas al mejor recuerdo de los conocimientos de la botánica, al contemplar a los bosques esclerófilos de pastoreo, que albergan a las mejores dehesas, pero también a los de hoja caduca de quercus, en sus diferentes variedades (roburpyreniacafaginearotundifolia), y a esas fresnedas, tan húmedas en este momento, que perderán sus aguas antes de llegar al verano, porque el suelo no es favorable a la presencia de acuíferos que puedan sostener un "caudal de base".

Pero al contemplar, tan en vivo y en directo, el sorprendente orden que existe en la Naturaleza, no puede dejar de llamar la atención el concierto y cadenas de interdependencia, cuyas funciones son imprescindibles para que todo se desarrolle en plena armonía.


Es más, la pervivencia parecería aquí imposible, con suelos tan pobres, desarrollados mayoritariamente sobre pizarras y granitos, sin apenas materia orgánica, condiciones que no favorecen siquiera la existencia de esta rala cobertera herbácea, circunstancia ésta a la que se suma una adusta y huraña climatología, de largos y calurosos veranos, y de fríos y húmedos inviernos.

Así es que la dehesa es casi un milagro de supervivencia, y es fruto de un sabio quehacer humano, aprendido en siglos de existencia, en el que, a partir de un primitivo bosque de encinas, el hombre lo ha ido aclarando, para que dé más y mejores frutos, controlando al mismo tiempo a la cobertera arbustiva, para tratar de estabilizar ese mínimo pastizal que, al recibir más radiación solar y estar menos sujeto a la competencia de los arbustos, permite desarrollar un  pasto que pervive para poder  ser aprovechado por la ganadería.


Este es el quehacer de este recio castellano, sacrificado en su trabajo, que día a día ve fructificar a su tierra, con el sudar de su frente, el laborar de sus manos, el imaginar de su mente,... ¡ojala no se pierda este quehacer! ¡ojala hombres y mujeres hagan con su empeño que pervivan para siempre las dehesas salmantinas! En ellas podemos rendirnos a la evidencia de que ¡Dios existe!


domingo, 10 de febrero de 2013

Fuego en las entrañas del Atlántico: Las Azores

Arden las entrañas de la tierra, hierve el proceloso océano, borbollean los furores del averno, se abren las grietas de la Pangea, en estertores de partos dolientes...

Y allí, a mitad del océano Atlántico, como flota de carabelas conducidas por argonautas, en busca del vellocino de oro; allí nueve islas surgieron del fondo oceánico, para dejar constancia de esa profunda fractura creada por la deriva de las placas, por donde lloran lavas que levantan penachos de vapor y roca, escalando aguas insondables, hasta otear horizontes infinitos de azules de aguas y de cielos, levantando aquí la montaña más alta de Portugal, con sus 2.352 m (Volcán de Pico).

Y aquí, en el grupo oriental de esta escuadrilla de islas, casi cerrando  la retaguardia, espaciosa y exuberante, la Ilha de São Miguel, destino hoy de mi relato, con el recuerdo vital de sus aguas, y sus geologías, y sus montañas, y sus valles, y sus lagos, y sus gentes... Relato seguro inconcluso, porque de contar hay tanto que aburriría al lector más recio, más aguerrido, más inconsciente  y, por supuesto, aburriría a las aguas, y a los vapores, y a los profundos efluvios...

Porque pocos destinos habrá más atractivos, en este espacioso mundo, ni que puedan encadenar  más a quien sueña en el agua, vive del agua, y se ve burbuja minúscula perdida en el líquido elemento.

Pero la verdad es que, aunque soy un poco viejo, otros se adelantaron y, cuando quise acordar, allá por la década de 1420, setenta años antes de que Colón llegase a América, capitanes portugueses arribaron a estas islas, dieron voces, llamaron a la puerta y nadie respondió, porqué ningún humano las habitaba, con lo que poner la bandera de Portugal les fue sencillo. Luego empezarían a llegar pobladores procedentes del Alentejo y del Algarve portugueses, pero también de Francia y de Flandes... Y, como hoy no toca hablar de batallas, no voy a decir que D. Álvaro de Bazán  echó de allí a los franceses...

Pero de estas islas  en mis estancias  sólo puedo hablar de la  San Miguel, con sus casi 780 km2 de superficie, y cuya capital es Ponta Delgada, la mayor ciudad de las Azores, con casi 65.000 habitantes, emplazada en el litoral meridional, y a donde se arriba en cómodo vuelo desde Lisboa.

Lo primero grato, al poner pie en tierra, en el Aeropuerto Jõao Paulo II, es la temperatura reflejo de sus condiciones oceánicas subtropicales, con elevadas precipitaciones, que se acercan a los 1.000 mm (y se distribuyen con bastante homogeneidad a lo largo del año), y temperaturas suavizadas por la humedad y la corriente cálida del Golfo, responsables de la densa vegetación de floresta nativa subtropical, de su baja oscilación térmica anula (apena 7,6 º C), y de esas templadas aguas marinas entre 16º C y 25º C.

Y, ya en la capital, en sus orígenes sencilla aldea de pescadores, es grato pasear por su barrio histórico, con aceras pavimentadas de negro y blanco, y sus interesantes edificios de los siglos XVII al XIX, que incluyen iglesias de bella traza, construidas tras aquel terremoto de 1522, que la devastó, no dejando piedra sobre piedra.

Al salir de la capital, por la autopista que cruza la isla de sur a norte, en la parte más estrecha, y perderse por tantas rutas recoletas interiores, inmediatamente llama la atención la exuberante vegetación, que alberga muchos endemismos protegidos, relictos de la Era Terciaria, que desaparecieron en Europa durante las glaciaciones, y que aquí se acompañan de  densa cubierta subarbustiva con grandes helechos y arbustos. Fruto de unos cielos que acarician con sus brumas, que dejan rutilantes perlas de agua en sus llorosas hojas.

Y el otro aspecto a destacar, para quien discurre por esta isla, no grande pero no pequeña, es la proliferación de lagos y lagunas, muchos de ellos ubicados en fondos de calderas y cráteres volcánicos recientes y con su calor latente, marco de una gran belleza paisajística, de verdor y flores, que invitan a mirar sin prisa, dando todo el recreo a la vista, pero también a los otros sentidos capitales.

En el paseo por este entorno todo llama a pisar quedo y sin alboroto, para no despertar a la cohorte de dragones dormidos, prestos a vomitar sus chorros de fuego, de relámpagos y de truenos, que convulsionarían a estos remansos de paz y de
sosiego, de tranquilidad y reposo, solaz para el espíritu andarín e inquieto que tan dentro llevo.

Lugar dicen que es éste para "matar saudades", lugares estos que, sin lugar a duda, moldean al espíritu calmado de los habitantes de estas islas, en las que debió estar un pedazo de aquel Paraíso que, perdido, vamos encontrando a retales, disperso por tantos rincones del globo.

Y aquí, en sus frondosos bosques, que más parecerían un paisaje alpino, el agua y la vegetación siembran juntos sus colores y sus sonidos, para ofrecernos el descubrimiento de esas cascadas que nacieron en los cielos, discurrieron entre árboles, se despeñaron por las rocas, sembraron riqueza y, sobre todo, Naturaleza. Aguas que, en su infatigable quehacer, hacen del ciclo hidrológico una renovación de la vida, un canto a la esperanza, un renacer de las ideas, y una llamada a la conciencia para grabarnos a fuego la necesidad de cuidar del entorno, para hacer compatible el progreso con el desarrollo sostenible.

Y, si de pasear hablamos, en esta isla, convencimos quedamos de que, parafraseando a  las odas de Don Jorge Manrique, todos los caminos van a dar a la mar, con sus escarpes verticalizados, modelados en las rocas volcánicas, merced a sus grietas verticales de retracción. En esa cintura, marítimo-terrestre, el verde se extiende en prados y mil prados, hasta agotar a la planicie y llegar al borde del acantilado, para dejarse lamer por las espumas del oleaje, para dejarse acariciar por las brisas de los mares, para dejarse volar hasta horizontes infinitos...

La verdad es que disfrutar de estos parajes, y dejarse llevar por sus encantos, es todo un placer que no se paga con dinero, sino con afectos y con ilusiones, con un detenerse para seguir caminando, con un reflexionar para afianzarse en lo que es fundamental, no es caduco y pasajero, trasciende a los vaivenes del tiempo, se consolida con esmero.

Pasamos por esta vida terrenal, camino de ilusiones futuras y debemos, de vez en cuando, de echar el freno, cerrar los ojos y mirar al cielo...

Otro aspecto, que no pasa por alto, a quien viene a estas tierras atendiendo a quehaceres académicos y científicos, es el relativo a la producción de energía geotérmica, fuente principal de abastecimiento energético en la isla, con un ascenso muy notorio, y con muchas posibilidades de incremento, lo que hace que las energías renovables supongan un alto porcentaje en el "mix" energético. Digna de vista es la explotación geotérmica de alta entalpía en Ribeira Grande y Pico Vermelho, que cubre casi el 40% de las necesidades de la isla.

En este quehacer anda muy envuelto un excelente amigo y eurogeólogo: el Prof. José Martins Carvalho, con quien he recorrido, muchos de los idílicos rincones de esta isla, junto a su mujer Alda, y quien me ha adentrado en las tecnologías de investigar y captar este calor profundo, inagotable, que abastece de energía a esta isla, perdida en mitad del Atlántico océano. Junto a ellos, es de justicia agradecer todos los apoyos de Jõao Carlos Nunes, Director Científico del Instituto de Inovação Tecnológica dos Açores (INOVA).

Y contando, contando, no he contado lo que quería contar... ¿qué hacer? ¿interrumpir el relato? Tal vez sería lo correcto pero, haciendo algo incorrecto, voy a seguir para aquellos lectores dispuestos a llegar al final. A los que aquí abandonan su lectura: ¡gracias por habernos acompañado en este largo trecho! A los que siguen les regalo estas hortensias azules y rosas, que tanto se ven en carreteras y setos de la isla.

Ahora que somos pocos vamos a justificar el título de este relato, que nos llevará al descubrimiento de tantas aguas calientes e hirvientes, por el efecto de las cámaras magmáticas profundas, alojadas en la dorsal oceánica, que separa a América de Europa.

Y aquí uno se puede perder por mil lugares, para verse sorprendido por esos vapores de agua que, en tantos puntos, surgen entre la floresta, con su correspondiente arco iris. Vapores que ponen de manifiesto que allí un agua hierve, una fractura profunda da lugar a multitud de nascentes, con aguas en ebullición, como recién sacadas de las calderas de Pedro Botero, con su infierno flamígero, en el que azufre incandescente y la pez hacen hervir al agua.

En Furnas el espectáculo es sorprendente; desde cada ángulo, desde cada hueco, bajo cualquier piedra. ¡Qué derroche de energía! y ¡qué sorprendentes son las fuerzas telúricas!. Tenemos un planeta, que un día fue astro incandescente, que en su juventud paseó por los espacios infinitos sus ascuas, a miles y miles de grados, y que ahora más sosegado (aunque no siempre), muestra de vez en cuando sus ardores y sus retortijones de tripas, para que no le perdamos el respeto, para que nos sintamos empequeñecidos y hasta liliputienses.

Porque, no en vano, aquí chocan  la placa americana, la euroasiática y la africana (the Azores Triple Junction) y, por ello, es una región de gran actividad sísmica y volcánica, en la que se han registrado 26 erupciones, en tierra y submarinas, desde su descubrimiento en el siglo XV.

En este contexto, en la Isla de San Miguel hay tres sectores de vulcanismo activo, que han producido explosiones traquíticas: Sete Cidades, Furnas y Fog/Água de Pau, con presencia actual de manantiales termales y fumarolas.

Y estas aguas y estas fumarolas son consecuencia de corrientes de convención, por las que aguas de origen meteórico alcanzan cierta profundidad, en estas anomalías geotérmicas, entrando en ebullición para, en una ascensión rápida, volver en forma de vapor a superficie,  repitiendo una y otra vez los bucles cerrados de subciclos hidrológicos.

Lugar ideal este para que acudieran tantos participantes al III Foro Ibérico de Termalismo, tras las ediciones de Madrid y de Oporto, que tuve la satisfacción de organizar aquí y allí, contando una vez más con el total apoyo de muchas y muchos colaboradores, que en mi memoria ocupan lugar preferente.

Participantes que se enriquecieron en su saber y conocer, pero que también encontraron tiempo para la tranquilidad, y para embeberse en los colores tenues, casi de acuarela, de tantos paisajes íntimos e inéditos, y casi diría espirituales.

Pero volvamos a esas aguas que nos esperan, que fluyen y fluyen, que no siempre son hirvientes, porque en muchos otros lugares son calientes, como en el Parque Temático de Terra Nostra, ideales para el baño relajante, y hasta para aplicarse esos tratamientos terapéuticos o termoterápicos, hoy tan en boga, de fangos o peloides aquí naturales, que no otra cosa significa en griego la palabra "pelòs" (πελδς), que fango.

Y, por supuesto,disfrutamos del  famoso "cozido das Furnas", preparado a lento calor geotérmico, durante muchas horas, bajo tierra. Para ello colocan en una olla grande y honda de aluminio, un primer estrato de carne picada de vaca y de cerdo, en pedazos grandes, con sal; encima un segundo estrato compuesto por pedazos de pollo, con su piel, morcilla negra y chorizo picante; el siguiente estrato es de batata dulce y patata blanca, peladas y en pedazos grandes, a lo que se añade repollo blanco cortado en cuartos y zanahorias... a lo mejor he cometido algún error en la secuencia de este conjunto "sedimentario" que, con el placer de tan buen yantar, se me olvidó.

Se ata bien la olla y se introduce bajo tierra, dentro de uno de aquellos cilindros huecos de hormigón, de unos 80 cm de profundidad, con agujeros laterales, que nos asigna el empleado de la Junta de Freguesia (Ayuntamiento) de Furnas, quien nos entregará el número del agujero, para luego ir a desenterrarlo. Se cierra el cilindro con tapadera de madera, y se cubre con arena...

En 7 u 8 horas se destapa, se saca la olla y a comer, con un delicioso pan... Un día es un día, y un placer único, como éste, se debe disfrutar sin amargarse de cuánto engordaremos (aquello que decían de que lo bueno o es pecado o engorda).

Pero de aquí, además de la delicia gastronómica me el recuerdo de un aprovechamiento delicioso de la energía geotérmica, en directo, sin intermediarios, natural - natural y, además, todo ello envuelto en ese misterio de aquel vapor de agua saliendo del suelo y subiendo al cielo, a la hora bruja de la noche...

Y, tras esta suculenta comida, regada con un buen vino hay que saborear un buen chá (té), que produce la familia Gago da Cámara, en su cuidada plantación, tan famosa en esta isla, y en tantos lugares a los que se exporta.

Pero antes nos dejamos ilustrar acerca de que las diferencias en el té derivan de la hoja que cortamos: el té "Preto" (negro) corresponde a la última hoja, suave y con poca teina; el Orange-Pekoe (naranja), se obtiene de las hojas más tiernas, siendo ligero y aromático; el Pekoe, procede de la segunda hoja, siendo más fuerte y menos aromático;  el Verde es fuerte y contiene mucho tanino.

Y nos vamos con nostalgias, saudades, morriñas, melancolías y añoranzas... pero nos vamos con el corazón lleno, una vez más, de vivencias, de nuevas amistades, y de otras viejas que se remozan, se revitalizan, se renuevan y rejuvenecen, y que acompañarán siempre en el caminar por las veredas de la vida, por los paisajes del encuentro, por los atardeceres de paz espiritual y reposos del alma...

Todos vosotros sois, de verdad, ¡AMIGOS PARA SIEMPRE! ¡Que Dios os bendiga!