jueves, 28 de marzo de 2013

Reviviendo el pasado: La "Hidro" en la Facultad de Ciencias de Granada.

Encarnación Terrón Gómez de Liaño, Licenciada en Ciencias Geológicas

¡¡¡Uff!!! Por fin me pongo a escribir en serio...
Salón del Palacio de la Madraza (SIAGA, marzo 1981,
Granada). En primera fila, para no perder ni ripio. Pepe y
Montse  (junto a Manolo del Valle) estaban muy atentos,
pero yo (1ª por la derecha),  por eso de la novedad, andaba
un poquitillo despistadilla. En el lateral derecho de la sala
Adolfo Eraso (delante) y Ana Serrano (al fondo).

Hace ya un mes que mi profesor y maestro, Don Rafael, me solicitó que escribiera unas letrillas y anécdotas sobre mis estudios de Hidrogeología bajo su tutela. Esto ha sido una gran sorpresa para mí, ya que en los años de la Facultad estuve “castigada” a no poder tutearle, debido a mi mala redacción, estilo gramatical y lingüístico; aunque, todo hay que decirlo, el castigo fue levantado una vez leída la tesina, de la cual hablaremos más adelante. Creo que fue un caso para él bastante complicado, ya que no había manera de que redactara frases cortitas y bien acentuadas.

Espero, ahora, no defraudarle, y ser merecedora de esa confianza depositada, que me permite homenajearle a través de su blog, que ya habrá llegado a los 3 meses de vida, e imagino, superado las 4.000 visitas…

Los alumnos escuchando atentamente las explicaciones
de los profesores Claude Drogue y Fernández Rubio,
 en el viaje de prácticas de Hidrogeología en
Montpellier (Francia).
En todo caso he de reconocer que va a ser una ardua tarea, y no por dura, sino por lo complicada que, para mí, va a resultar.

Nada más recibir su correo inicié la búsqueda de fotos del año en que estudié la asignatura de Hidrogeología, y para gran sorpresa mía, en ninguna aparecía él, por lo que he tenido que recurrir a otros compañeros para localizarlas, a quienes agradezco su desinteresado aporte.

Recuerdo que las clases de Hidro (así nos referíamos coloquialmente a la asignatura de Hidrogeología), comenzaban a las 8 de la mañana, y se nos pasaba lista al principio de la misma, de tal manera que con más de 10 faltas de asistencia perdíamos el derecho a examen y a la evaluación continua.

Excursión de Hidrogeología (mayo de 1981).
Como no podía ser de otra manera, no
aparezco por ser la “reportera gráfica”.
Aparte de las clases teóricas, teníamos prácticas que eran impartidas por Pepe Benavente. También teníamos frecuentes salidas al campo, y esos momentos compensaban todo el esfuerzo realizado. Los compañeros y profesores, eran más que eso; eran nuestros amigos, hermanos, confidentes,... en definitiva: nuestra familia; ya que pasábamos más horas entre clases, prácticas y salidas al campo, que las que estábamos en casa (que eran para estudiar, dormir y comer; o poco más, ya que no quedaba tiempo para otra cosa).


Trofeo Globigerina-Esquistosa,
celebrado en las pistas polideportivas
de la Universidad de Granada.
Entre clase y clase, también había tiempo para hacer escapadas a esquiar (formábamos un trío deportivo: Montse Fernández San Miguel, Calixto Sánchez Fresneda y yo), aunque frecuentemente el grupo se veía incrementado por numerosos amigos y compañeros.

Otras veces el deporte se organizaba a nivel institucional, se enfrentaban dos departamentos (cerrando líneas tanto alumnos como profesores) en los Trofeos Globigerina-Esquistosa, donde las chicas hacíamos la entrega de los premios al equipo ganador (incluso nos vestíamos para la ocasión).

Posando en un  descanso, entre ponencia y ponencia
del SIAGA (Marzo/1981, Granada).
En el centro Montse y yo.
Los mejores momentos pasados en Hidro se corresponden con las múltiples salidas al campo, el Simposio del Agua en Andalucía (marzo de 1981) (organizado por Rafael Fernández Rubio y el Grupo de Hidrogeología), las cenas y recepciones.

Tensores colocados en el interior del
macizo kárstico, en una gruta en los
alrededores de Montpellier.

Mención especial merecen los viajes de prácticas y fin de curso, este último realizado junto con los alumnos de la asignatura de Yacimientos. La primera parte del mismo nos llevó a Montpellier, y la de Yacimientos a media España (desde las minas de sal de Cardona hasta las de caolín en Guadalajara, entre otras).

El viaje duró 15 días. Fue estupendo y lo recuerdo con gran cariño. Una de las excursiones más emblemáticas del mismo fue la que hicimos a una cueva, en los alrededores de Montpellier, donde me llamó la atención los tensores colocados para medir las deformaciones de la grieta, producidas por las oscilaciones del nivel freático en el interior del macizo kárstico.

 Llegando a la ubicación de los tensores.
Pascual, Fernando y yo, competíamos a ver quien hablaba mejor francés y quien traducía mejor para el resto de compañeros. Pero Fernando (que era el listillo de la clase), siempre se llevaba el gato al agua.

En el viaje a Montpellier, se me abrieron las puertas para la beca que solicité al Ministerio de Asuntos Exteriores, y que fue concedida un año más tarde, gracias al apoyo de Rafael Fernández Rubio y del Prof. Claude Drogue, Catedrático de Hidrogeología de la Universidad de Ciencias y Tecnología del Languedoc, en cuyo Departamento pude disfrutarla durante tres meses muy provechosos (octubre a diciembre de 1983).
Merecido descanso en tierras catalanas.
Montse, como siempre “jaleando”
bajo la atenta mirada de Don Rafael.



En la excursión a Montpellier, también tuvimos nuestros momentos de asueto, por ejemplo en una playa de las proximidades de Barcelona, donde paramos para darnos un chapuzoncito, incluido Don Rafael.

Y aquí una anécdota personal, en el viaje de vuelta, una vez retirado Rafael y tomado el relevo por los profesores que impartían la asignatura de Yacimientos… me dejaron olvidada en la Central Térmica de Andorra (Teruel).

A mí, como siempre, no se me ocurrió otra cosa que, cuando estaba terminando la visita, ir al baño a hacer un “pi pí”; y ¡OH, sorpresa!: no había baño para señoras o señoritas, sólo había para hombres... Ya no podía aguantar más, y los técnicos que nos enseñaban la Central se acordaron que habían tenido que hacer un aseo especial, para la en aquel entonces Princesa Doña Sofía, con motivo de la inauguración de la Central. Así que uno de nuestros guías, me acompañó a buscar la llave del tan “excepcional servicio”, que sólo se usaba en contadas ocasiones, después del uso de tan regia majestad.

Visita a la Central Térmica de Andorra Teruel.

Mientras tanto, el resto del grupo terminó la visita, se subió al autobús; y yo, desde la ventana vi, con gran impotencia, como se marchaban y quedaba “en tierra”, sin poder hacer nada por remediarlo.

Terminé rápidamente, bajé a la entrada de la Central y eché a correr hasta la garita de control de acceso, donde ya fue imposible alcanzar al autobús, que aún se vislumbraba en la lejanía, con el resto de mis compañeros. ¡No existían las modernas técnicas y no podía poner un whatsApp, o enviar un mensaje o llamar, para que dieran la vuelta!

En el interior de la cueva de Montpellier.
Mientras tanto, en el autobús, me contó Alberto y Montse, cuando llevaban más de una hora de camino, por una carretera infernal, en dirección a Ojos Negros, llena de curvas y en la que sólo cabía un coche; se dieron cuenta de que Encarnita Terrón no estaba con ellos, comenzaron a bromear y a decir: “Encarnita, no te hagas la dormida” “Encarnita, no te escondas más, haz el favor de salir de debajo de los asientos”. Pero a Encarnita la habían olvidado en la Central, sin que nadie se hubiera percatado de ello.

Mina Barranco en Ojos Negros (Teruel).
En la garita de acceso, hicieron lo imposible por localizar a uno de nuestros guías, pero hasta que no terminaron su turno de trabajo, me tocó  esperar junto al vigilante. Por fin apareció uno de los geólogos que nos había mostrando la Central (ya cansado del duro día y prometiéndoselas muy felices, porque era el final de su jornada, sin sospechar la que se le venía encima). Al pobre no le quedó más remedio que llevarme hasta donde pernoctaríamos esa noche, pero desconocía nombre del hostal o pensión... ¡Bendita juventud!

Mina Corral en Ojos Negros (Teruel).
He de decir que Ojos Negros se encontraba a dos horas de carretera de la Central y que, cuando llegué a la población, me esperaba una buena regañina por parte de la profesora Purificación Fenol y con razón. Por cierto, llegamos antes que el autobús, ya que después de una hora de conducción y al ver que yo no estaba en él, se dieron la vuelta para “ir a buscar a esa despistada”, pero yo ya había “volado”...

Después de terminar 5º curso, continué en el Departamento de Hidrogeología para hacer la Tesina.

Vista de las ramblas Ancha y de Gualchos
desde la carretera que lleva al Haza del Lino.
Recuerdo que durante la dirección de la misma, qué por supuesto, realicé en Hidrogeología y bajo la vigilancia, dirección y atenta mirada de Don Rafael, como si de su propia hija se tratase; un día después de haber entregado ya, algún que otro capítulo redactado, me llamó a su despacho y me dijo con gran solemnidad: “Encarnita, desisto de toda responsabilidad que sobre la redacción de su tesina caiga sobre mí”, se sentía incapaz (pero, no de impotencia, sino de aburrimiento) de enmendar mi estilo gramatical; así como, las faltas en la redacción, acentuación y otros signos de los muchos que llevan los escritos y que en este momento, ni me acuerdo…

Copia del plano de situación de
Castell de Ferro (Granada).
El día que defendí la tesina, creo que respiró por fin tranquilo, ¡no tendría que corregir más faltas de ortografía y redacción! Y, por supuesto, ese mismo día, me levantó la prohibición de "vosearlo".

Mi tesina: Estudio hidrogeológico e Hidroquímico de las Ramblas Ancha y de Gualchos (Castell de Ferro-Granada), fue en su día un estudio pionero. En él se estableció por primera vez, durante los años 1981, 1982 y parte del 1983, la intrusión marina tierra adentro, su avance y la contaminación de pozos y sondeos; la contaminación superficial por nitratos y cloruros, el volumen de recarga de los acuíferos,…; y se definieron los mejores puntos para el control de una intrusión que, hasta entonces, había pasado desapercibida en los ámbitos oficiales.

Página 111 de la Memoria de Licenciatura:
Estudio Hidrogeológico e Hidroquímico de las
Ramblas Ancha y de Gualchos (Castell de Ferro-
Provincia de Granada) (E. Terrón Gómez de Liaño).
Tuve la gran suerte de tener buenos amigos que siempre estuvieron dispuestos a ayudarme. Eran espeleólogos (Federico Ramírez Trillo y J.A. Muñoz del grupo GES –Málaga, Antonio Buendía del Grupo Ilíberis, y Manuel José González Ríos, del Grupo GEG de Granada), muy acostumbrados a la topografía complicada en el interior de cuevas. Ellos se ofrecieron a nivelarme todos los pozos y sondeos de control, aún a sabiendas de lo complicado que iba a resultarles, ya que debido a los invernaderos y construcciones diseminadas, sin orden ni concierto, la toma de visuales con el teodolito, no resultó nada fácil.



 Facies hidroquímicas. Página 146 de la
Memoria de Licenciatura (E. Terrón).
Gracias a ellos y a mi padre (que siempre me apoyó moral, emocional y económicamente, acompañándome al campo siempre que le era posible), pude realizar el citado estudio; aunque, ante lo novedoso de sus hallazgos, hubo personas que no dudaron en sacar partida de dicha información.

En aquel entonces, trabajaban en el IGME, y les fue muy cómodo apropiarse impunemente de todos los datos de una principiante, publicándolos como si la investigación la hubieran llevado a cabo personalmente, sin tener la decencia de mencionar la fuente origen de tales datos (María Encarnación Terrón y Gómez de Liaño); estos no sabían de la insistencia de Don Rafael de no ponerse plumas ajenas…

Rafael, se enteró de este hecho y me lo comunicó, él hubiera querido que se hiciese pública la autoría de los descubrimientos, pero no se encontró la forma. Creo que de alguna manera medió, en el IGME, para que por lo menos, me escribieran una pequeña nota, pidiéndome permiso para utilizar los análisis, conclusiones y demás datos originales, aunque ya se habían adueñado de su autoría y los habían publicado. De hecho, a partir de ese momento, las Ramblas Ancha y de Gualchos (o acuífero de Castell de Ferro, como ellos lo han denominado), entraron dentro de la red de control de acuíferos, afectados por intrusión marina, en el Plan Hidrológico Nacional.

G
Panorámica actual  de Castell de Ferro,
con las Ramblas Ancha y de Gualchos, desde
la Fuente de la mina en
Gualchos (Granada).
racias a Pepe Benavente, publicamos algunos datos de la tesina, en el III Simposio de Hidrogeología, que se realizó en Madrid del 9 al 13 de mayo de 1983, en el artículo: ”Características hidroquímicas del acuífero aluvial litoral de Castell de Ferro”.

La exposición no fue muy exitosa para mí, ya que no la había preparado adecuadamente y pensaba (cosas de la prepotencia juvenil), que sin haberla trabajado, sólo por el hecho de haber investigado durante dos años y medio, sobre el tema, iba a ser suficiente para subir a un escenario y hablar ante un público altamente cualificado y versado en el tema. ¡Craso error!, que pagué seriamente, ya que me quedó un “miedo escénico” para los restos de mi vida.

En el canal de aforo de la Fuente de la Villa
(Torcal de Antequera, Málaga).
Espero, en otro momento, escribir las conclusiones alcanzadas en aquel estudio, para que Rafael las haga públicas en su blog, y se tenga así acceso a la información original.

Con esto me despido y espero haber cubierto las expectativas puestas en mí por Don Rafael; ahora ya, Rafael a secas, mi gran Maestro, al que le debo lo más refinado de mi educación y mi perfeccionismo por las cosas bien hechas; que me inculcó el amor y pasión por la hidrogeología (aunque sólo pude ejercerla durante algunos años); y que siempre me ha acompañado y me acompaña, en mi vida privada y profesional.

 Rafael: Un fuerte abrazo desde nuestra Granada.


María Encarnación Terrón y Gómez de Liaño (Encarnita Terrón para los amigos), nació en Granada en 1960. Licenciada en Ciencias Geológicas por la Universidad de Granada (1982). Becada por las Univ. de Montpellier (Francia) y Mons (Bélgica), y por el IGME (control de intrusión marina en el Campo de Dalías (Almería)). Perito Judicial en Hidrogeología; experta en contaminación de acuíferos costeros por intrusión marina y prospección hidroquímica e hidrogeológica. Licenciada en Traducción e Interpretación (Univ. Granada, 2000). Trabajó en Bruselas (Bélgica) como traductora. Ha participado en Congresos sobre Lexicología y ha publicado sobre el uso de las metáforas en Hidrogeología (disponible en la red). Sofróloga desde 1993; fue premio fin de curso de Sofrología Caycediana (Real Academia de Medicina de Granada, Escuela Andaluza de Sofrología y Fundación Alfonso Caycedo).
Desde el año 2000 es Catedrática de Educación Física. Ha sido Asesora de Formación del Centro de Profesorado de Motril. Ha colaborado en el programa radiofónico “La Ventana”, de la SER. Se ha formado en Barcelona como Experta en Nutrición Celular Activa y Ortomolecular.


lunes, 25 de marzo de 2013

Gratitud a quien fue mi Maestro de Hidrogeología: el Prof. Fernández Rubio


 

Ramón Aragón Rueda. Geólogo. Jefe de la Unidad del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) en Murcia



Hace ya muchos años que cursé la asignatura de Hidrogeología en la Universidad de Granada, dentro del 5º curso de la entonces denominada Licenciatura en Ciencias (sección de Geológicas).

Y, a pesar del tiempo transcurrido (nada menos que 37 años), todavía tengo plenamente vigentes los recuerdos de aquel curso académico 1975-1976, curso en el que ocurrieron hechos tan trascendentales como la muerte de Franco y el inicio del cambio de régimen.

¿Que contribuyó a que eligiera dicha materia si sabía la extraordinaria dedicación que requería? La respuesta es clara y no tengo duda: la reputación de gran pedagogo y excelente profesional del profesor que la impartía te incitaba a descubrir el mundo de las aguas subterráneas, y su interés social por la utilidad práctica que entrañaba.

Posteriormente pude comprobar el acierto de mi elección, pues a la demanda de hidrogeólogos que existía entonces, en buena parte debido a las investigaciones nacionales de las aguas subterráneas, que llevaba a cabo el Instituto Geológico y Minero de España (IGME), se unía la ventaja inicial de ser alumno de la Facultad de Geología de Granada, y el mérito específico de haber tenido como maestro de Hidrogeología al Profesor Fernández Rubio.

Con estos dos antecedentes puedo asegurar que se te abrían muchas puertas en el mundo profesional, mundo al que accedí por voluntad propia, si bien es cierto que la decisión final la adoptó mi madre. Y aquí tengo que hacer un inciso para recordarla y hacer constar que, aunque respondió a la llamada telefónica del Ministerio de Educación diciendo que a mí no me interesaba (sin consultarme) el puesto de profesor interino de Ciencias Naturales en el Instituto de Educación Secundaria de Órgiva (yo no pude intervenir porque hacía un mes que me había contratado como hidrogeólogo la empresa Eptisa en Valencia), la verdad es que creo que yo también hubiera respondido lo mismo.

Pero, volviendo a mi época académica, he de iniciar el relato de aquel curso diciendo que fui elegido delegado de los alumnos, para la asignatura de Hidrogeología. Este hecho me permitió una más estrecha relación con el Profesor Fernández Rubio, pues eran numerosos los asuntos a tratar con él: horarios y clasificación en grupos para la realización de prácticas; programación de viajes; modificación de horarios de ciertas clases y, por supuesto, las fechas de los exámenes parciales y final. Todo ello implicaba una gran complejidad para la veintena de alumnos, pues hay que recordar que en aquella época todas las asignaturas de 4º y 5º cursos eran optativas, lo que convertía en un auténtico rompecabezas el encontrar fechas y horarios compatibles.


Pues bien, a pesar de todos los inconvenientes, jamás hubo problema alguno para poder llevar a cabo las actividades referidas en consonancia con los horarios requeridos por mis compañeros, pues la aptitud del Profesor fue, en todo momento, de absoluta colaboración. Su trato era siempre exquisito y muy correcto: él se dirigía a nosotros anteponiendo al apellido el tratamiento de “señor” o “señora”, y nosotros a él como “don Rafael”. Por supuesto, “de usted” en ambos sentidos.

Pero es que, además del tratamiento formal, he de señalar que su espíritu era el de ayudar y orientar en todo lo posible al alumno, para lo cual tenía siempre la puerta de su despacho abierta para quien quisiera ir a visitarle, lo que es doblemente remarcable si se tiene en cuenta la alta ocupación de su tiemp, por las numerosas e intensas actividades que desarrollaba, ya que a las labores estrictamente docentes e investigadoras añadía las de asesoramiento a numerosos entes y gobiernos de multitud de países.

Respecto al desarrollo de la asignatura hay que decir, en primer lugar, que se dividía en dos grandes partes: la teórica (clases propiamente dichas con sus correspondientes prácticas) y el trabajo de campo que cada alumno tenía que realizar de una zona del terreno, normalmente parte de la cuenca de un río.
Este trabajo, denominado coloquialmente como trabajo o “zona de Hidro”, ocupaba muchísimas horas, tanto de gabinete como de campo, durante todo el curso, y consistía en un estudio hidrogeológico completo, que era el verdadero germen de la formación de cada alumno. El seguimiento por don Rafael era muy intenso y con espíritu constructivo, pues todavía recuerdo las innumerables anotaciones y sugerencias en nuestros borradores que nos devolvía cada trimestre.

Al final hacía que te mostrarás tan orgulloso de tu trabajo que, en mi caso, lo sigo conservando aún y he tenido especial cuidado para que no se perdiera en mis traslados de domicilio y de lugar de trabajo.

Son recuerdos muy entrañables los que guardo de aquellas jornadas por el campo, en compañía algunos fines de semana de mi novia y amigos, que te ayudaban en las tareas de inventario de puntos de agua, y sobre todo me acuerdo de la mirada de asombro con la que me observaba mi padre, un sábado, al verme cargar en mi Seat “seiscientos” los utensilios que precisaba para un aforo químico del río de mi zona: barreños, palas, embudos, sacos de sal, etc.
Como anécdota comentaré que aquel día fuimos juntos mi compañero y amigo Javier Almoguera, que tenía su zona adyacente a la mía, y yo, con la inestimable colaboración de nuestras respectivas novia, para ayudarnos a efectuar dichos aforos. Pero nos debimos de pasar en la dosis de sal, ya que un pastor, que nos observaba con perplejidad, nos preguntó sobre lo que habíamos echado al río porque sus ovejas no querían beber.

En cuanto a las clases teóricas recuerdo la velocidad con la que pasaban las casi 2 horas de duración diaria, pues era tan claro y tan práctico el enfoque que don Rafael les imprimía, que lograba que mantuvieras la atención todo el tiempo; sus explicaciones en la pizarra las complementaba con la proyección de numerosas diapositivas y películas, que había tomado a lo largo de la infinidad de países en los que había trabajado.

Recuerdo especial tengo de los trabajos que llevábamos a cabo en casa o en la mesa de algún rincón apartado del bar de la Facultad, siempre por parejas (uno dictaba en voz alta y otro introducía los datos en la calculadora de bolsillo), para realizar el tratamiento de los datos meteorológicos. Las operaciones aritméticas eran tan cuantiosas que duraban varias horas, pero lo verdaderamente trágico era cuando hacia el final de la sesión descubrías que te habías equivocad, en alguna operación inicial, y tenías que volver de nuevo a efectuar todo el proceso desde el principio. Son momentos que ahora recuerdo de un modo entrañable, pero que en su día nos parecían terribles, pues tenías que reservar como podías otras horas para el resto de las asignaturas de la licenciatura.

El resultado académico final era la formación de unos alumnos que estaban en muy buenas condiciones de acceder al mercado de trabajo, tanto por sus conocimientos teóricos como por su formación práctica. Y esto era de especial agradecer en un contexto nacional como aquél, con el país inmerso en una grave crisis, a consecuencia de la brusca elevación de los precios del petróleo, que provocó un impacto muy negativo en el mundo laboral.

Todavía recuerdo que, en mis primeros trabajos profesionales en Valencia, los estudios hidrogeológicos que la empresa me encomendaba diferían en poco a los que tuve que realizar en mi “trabajo de Hidro”.

Una vez finalizados en el mes de junio de 1976 mis estudios de licenciatura, me alejé geográficamente de Granada, primero para realizar el servicio militar y a continuación para trasladarme a Valencia, donde estuve 8 años contratado como hidrogeólogo en la empresa Eptisa, hasta que, finalmente, me incorporé al IGME para dirigir su unidad de Murcia, funciones que ya llevo desempeñando hace algo más de 26 años.

Mis contactos con el Profesor Fernández Rubio en estos 37 años han sido esporádicos y se han limitado a coincidencias en congresos y reuniones científicas, en los que he comprobado que no solamente no han disminuido, sino que se han acrecentado sus habilidades pedagógicas y de gran comunicador, pues ha supuesto un verdadero placer escucharlo en cualquier conferencia o charla. Sus exposiciones, además de gran interés por los temas expuestos, siempre son enriquecidas por las técnicas audiovisuales que emplea, llegando a veces incluso a utilizar simultáneamente varios medios.

En síntesis, mis recuerdos de Rafael Fernández Rubio son los de un profesor interesado no solo en enseñar académicamente a sus alumnos, sino en transmitirles el espíritu social y práctico de las materias, para tratar de despertarles una verdadera ilusión por aprender y aplicar a la sociedad sus conocimientos. En definitiva, un gran y querido Profesor.


Ramón Aragón Ruega. Licenciado en Ciencias Geológicas. Diplomado en Hidrogeología. Pertenece a la Escala de Titulados Superiores de Organismos Públicos de Investigación (Ministerio de Ciencia e Innovación). Hidrogeólogo Jefe de Proyecto, en Eptisa (Valencia, 1978-1986). Jefe de la Unidad del IGME en Murcia (desde 1987), responsable de proyectos y estudios hidrogeológicos.
Colaborador docente hidrogeológico (Univ. Murcia y Cartagena). Participación en jornadas y congresos nacionales e internacionales; autor de numerosas comunicaciones y publicaciones. Miembro de comisiones y grupos de trabajo en temas hídricos y medioambientales; vocal en órganos de gobierno y planificación del Organismo de cuenca del Segura; representa al Ministerio de Economía y Competitividad en la Junta de Gobierno de la Confederación Hidrográfica del Segura.

Correo electrónico: r.aragon@igme.es

viernes, 15 de marzo de 2013

Pinceladas sobre la personalidad de Rafael Fernández Rubio (1974-84)



Antonio Castillo Martín, CSIC e Instituto del Agua de la Universidad de Granada (1)


Rafael y Antonio Pulido en el palacio de la Madraza
 (ﻣﺩﺭﺴة ), antigua universidad coránica de Granada.
Rafael, y Antonio Pulido, fueron los que dirigieron mis primeros pasos en la hidrogeología, y con ellos mantengo una deuda permanente de gratitud. Con Rafael, mi contacto más intenso se ciñó a poco más de un quinquenio, el periodo comprendido entre 1979 y 1984, año en el que se trasladó desde la Universidad de Granada a la Escuela de Minas de Madrid. En el tiempo que ejerció su magisterio en Granada dejó profunda huella, como lo atestiguan los numerosos discípulos y amigos que cosechó en aquellos años.

En aras a la brevedad voy a trazar solo unas pinceladas de la personalidad de Rafael, repartiéndolas entre cuatro facetas en las que, a mi juicio, destaca especialmente, como son las de maestro, consultor, organizador y escritor, y dejo fuera las de amigo, porque no podría ser imparcial.


Rafael maestro

En su primera época de profesor en la
Universidad de Granada (década de los 70 del
siglo pasado), en la que se le conoció con el
sobrenombre de "El Pájara" (sobran  comentarios).
A Rafael lo recuerdo de mi época de estudiante como un personaje peculiar o incluso raro. A clase acudía pulcramente trajeado (en el campo era otra cosa muy diferente), con una cuidada perilla y tocado con una pajarita. ¡No sabía con quién se las gastaba!. Ir así en una Facultad de Ciencias, cuajada de rebeldes estudiantes (eran los años de la transición), entre los que el desaliño se portaba a gala. Y, claro, le cayó el sobrenombre de El Pájara, con el que todo el mundo lo conocía (y, aún hoy día, se le recuerda cariñosamente), aunque ya nos cuidábamos muy mucho sus alumnos de tratarlo como Don Rafael.


En prácticas de campo con alumnos de la
décimo tercera promoción. Corría el año 1973.
(Foto www.ugr.es/~agcasco/50geougr).
Esa indumentaria tan singular y exquisita era la fachada de un personaje formal y educado.


Gozó del respeto de sus alumnos, a los que siempre se dirigía con el usted, al tiempo que se ganó fama de duro. "Oye; si te coges la Hidro ya tienes de sobra, y prepárate con Don Rafael", decían, con aire de superioridad, los de quinto curso.

Pero en lo que destacaba sobremanera era en su don de excelente comunicador. Sus clases, bien preparadas, eran muy amenas. Y claro, en poco tiempo, uno sentía empatía con ese raro personaje de la Facultad de Ciencias granadina, y terminaba apreciando al profesor y a la asignatura, esa Hidro tan dura según los de quinto, que elegían tantos alumnos de cuarto...




Rafael consultor
Testificación en un sondeo del río Verde
(Almuñécar, Granada).

Solo llegué a compartir con Rafael una docena de trabajos, pero fueron suficientes para comprobar su "raza" y suma habilidad en la tarea de consultor.

Un caso puede valer; supongo que te acordarás Rafael. Corría el año 1981 y fuimos a Lubrín, un pueblecito de la sierra de los Filabres, en Almería. La población se había quedado prácticamente sin agua. La situación era desesperada. Mujeres y hombres hacían colas de horas en una fuentecilla próxima, para llevar en cántaras lo imprescindible para el abasto diario.

Nada más llegar, te tiraste de inmediato al campo como un perro pachón, olfateando cuantas muestras y evidencias se ponían al alcance.

Esa noche, recibimos en la pensión la visita del alcalde y de gente ilustrada en aguas. Pobrecillos, no sabían con quién se las gastaban... Rafael los sometió a un amable, pero implacable interrogatorio sobre aspectos que le interesaban (puntos de agua, usos, cuevas, sumideros, fracturas...).


Rafael, con pantalón vaquero y camisa
desabrochada, junto a un sondeo de
captación, que marcó en la Depresión
de Granada (Los Arenales, 1981).
Cuando nos quedamos solos, a la mortecina luz del salón, desplegó sus inseparables fotos aéreas del "vuelo americano", el estereóscopo, el papel cebolla y empezó a dibujar litologías, fracturas, puntos de agua, etc. Con todo ello, y poco más, elaboró en muy poco tiempo un informe de redacción y limpieza impecables, porque en lo de la presentación siempre fue un poco maniático, con razón. Hay que decir que todo eran esquistos, "feos y malos", pero a la semana ya se había realizado un sondeo y el pueblo contaba con agua potable...

Así como en sus clases iba impecablemente trajeado, como ha quedado dicho, en el campo su aspecto era el de un "rústico". En el papel de consultor, yo lo definiría como un "legionario hidrogeólogo". Creo que eso nadie se lo había dicho antes A mi modo de ver, cumplía a la perfección las normas del cuerpo legionario. A saber, era incansable en el campo, austero y espartano, y se adaptaba a la perfección al terreno, las circunstancias y los medios disponibles (escasos en aquellos lejanos años), al tiempo que le acompañaba la facha, perilla y camisa desabotonada.


Rafael organizador

Rafael en la inauguración del I SIAGA (Palacio
de La Madraza (Granada).
Bueno, que voy a decir, que no sepamos todos los que lo conocemos, de las dotes organizativas de Rafael, al que debemos tantos congresos y reuniones.

Siempre fue un ferviente convencido de la utilidad de estos eventos, tan denostados hoy entre buena parte de la élite y excelencia científica de este país.


Rafael con Jean Pierre Thauvin (ADARO)
y el Prof. Wouter Geinaert (Free University
de Amsterdam).

En mi opinión, aquellas reuniones eran la mejor forma de divulgar y recibir conocimientos científicos. Y algo, más importante aún, que siempre nos remarcaba Rafael, ofrecían una oportunidad única de conocer a nuevos colegas y estrechar lazos de amistad y colaboración, relaciones que a la postre tanto influirían en nuestras vidas personales y profesionales.

Por esa razón, cuidó siempre al detalle las relaciones personales, y especialmente los actos sociales (imprescindibles), con los que sabía lucirse...

No me resisto a dejar este apartado sin aludir a las bolsas y carteras de los congresos de Rafael. Aquellas carteras útiles y, sobre todo, indestructibles (todavía no estaban los chinos), que fueron seña de identidad de los diferentes eventos, y que hoy día aún utilizamos para los menesteres más dispares, algunos casi inconfesables.

Rafael escritor
"Érase un hombre pegado a una pluma:
Rafael Fernández Rubio". Así titulé esta foto en un
artículo sobre Rafael, en la que aparece revisando su
discurso en el IV SIAGA (Almería, 16 /12/1996).

Rafael ha sido siempre un escritor de honda vocación y convicción. Y ahí seguro que tuvo algo que ver la genética, porque su padre, D. Fidel Fernández Martínez, escribió mucho y bien a lo largo de su vida. Una vez leí una biografía suya, creo que escrita por su hijo Francisco Fernández Rubio, y quedé asombrado de la cantidad de artículos científicos (era médico), de prensa y libros, de los temas más variados, que escribió en su relativamente corta existencia. Su libro “Sierra Nevada” es un prodigio descriptivo.

Siempre recordaré a Rafael dictándole escritos a su secretaria Estrella, o con la pluma en la mano dándole forma o corrigiendo artículos, discursos, tesinas, trípticos, lo que tocara. Y ello en los lugares y circunstancias más insospechadas. 

Ya acabo; Rafael, solo me queda por decirte: ¡GRACIAS por tu magisterio y amistad...!



Antonio Castillo Martín (Granada, 1958) es geólogo e investigador en hidrogeología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Actualmente ejerce su trabajo en el Instituto del Agua de la Universidad de Granada. Desde hace unos años viene dedicando gran parte de su actividad a la puesta en valor del patrimonio del agua, y en particular de los manantiales. En clave divulgativa, ha escrito una decena de libros. Los últimos: Manantiales de Andalucia (2008), Lagunas de Sierra Nevada (2009) y La Sierra del Agua (2012). Dirige desde el año 2007 el proyecto "Conoce tus Fuentes" (Junta de Andalucía y Universidad de Granada), una iniciativa de catalogación ciudadana por internet de los manantiales de Andalucía.


acastill@ugr.es


(1) A partir del discurso del autor, en el homenaje a Rafael llevado a cabo en el VI Simposio del Agua en Andalucía (Sevilla, 2 de Junio de 2005)

viernes, 8 de marzo de 2013

Recuerdos del Prof. Rafael Fernández Rubio



José Benavente Herrera. Catedrático de Hidrogeología. Universidad de Granada


Prof. Rafael Fernández Rubio.
A lo largo de los últimos 40 años he colaborado con los tres profesores que, con mayor o menor duración, han desempeñado la máxima responsabilidad académica en las enseñanzas universitarias de Hidrogeología en la Universidad de Granada, a saber (por orden cronológico): Rafael Fernández Rubio, Antonio Pulido Bosch y José Javier Cruz San Julián. Quiero, a continuación, hacer unos comentarios de mi relación con el primero de ellos.


Caricatura de la época (profesores Fontboté y Fernández Rubio).
Antes quiero aclarar que estudié la licenciatura en Ciencias (sección de Geológicas) en dicha universidad. De los profesores que me honraron con darme las notas máximas en sus asignaturas destaco dos: D. José María Fontboté Mussolas y D. Rafael Fernández Rubio; o, como el alumnado les solía denominar entonces: “Fontboté” (así, a secas) y “don Rafael”, aunque este último también era conocido por el apodo de “el pajaritas”, debido a su peculiar costumbre de vestir tal complemento. Al cabo de unos años, sin embargo, cambió la pajarita por la más convencional corbata.

Prof. José María Fontboté.
Intercalo un breve apunte sobre el profesor Fontboté. Fallecido en 1989, fue el fundador de la sección de Geología en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Granada, a la que había accedido como catedrático en 1954. En 1978 se trasladó a la Universidad de Barcelona. Su semblanza personal y profesional se trata en un cuidado libro publicado por la Universidad de Granada con motivo del 50 aniversario de dicha creación (Vera, J. A. y Orozco, M., editores, 2009).

El profesor Fontboté impulsó decididamente la enseñanza de la Hidrogeología, en la sección de Geología de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Granada, consiguiendo en 1971 la dotación de una Cátedra Contratada de Hidrogeología, que ocupó Rafael Fernández Rubio, Ingeniero de Minas formado en Madrid y con amplia experiencia profesional, impartiendo también docencia en Prospección Geofísica. Esta responsabilidad duró hasta 1983, año en que se trasladó a la Escuela de Minas de Madrid, como catedrático numerario, centro en el que permaneció hasta su jubilación.


Son numerosos e importantes los premios y reconocimientos que Rafael Fernández Rubio ha recibido, desde su llegada a Madrid. Existe un libro en su homenaje, editado por el IGME en 2005 (López Geta, J. A., Pulido, A. y Baquero, J. C., coords.), donde se trata de todo ello. A este libro remito a los interesados en conocer detalles de tan brillante trayectoria, limitándome en lo que sigue a reseñar impresiones de nuestras vivencias comunes.

Trabajo de campo con los alumnos.

A Rafael Fernández Rubio le debo llamar con toda propiedad mi maestro. Durante mi etapa de estudiante, la docencia en Hidrogeología (5º) y Prospección Geofísica (4º) correspondía a “don Rafael”. La primera de tales asignaturas tenía una carga docente muy elevada, de más de ¡250 horas! de clases teóricas y prácticas a lo largo del curso. Además, cada alumno tenía que hacer un trabajo práctico, el famoso “trabajo de hidro”, que tantas horas consumía, en campo y en gabinete.


Por lo demás, Fernández Rubio era un profesor muy exigente con los alumnos, a los que demandaba una madurez inusitada en el contexto de la carrera. En los exámenes, se decía, si encontraba dos gerundios te suspendía. La Hidrogeología era una asignatura optativa, aunque se comentaba que los alumnos que se decidían a cursarla tenían posibilidades de encontrar trabajo en diferentes empresas y organismos que don Rafael asesoraba o a cuyos directivos conocía, que eran bastantes. Y, efectivamente, muchos pudieron así enfocar su actividad profesional.


Facultad de Ciencias de la Universidad de Granada.
Tal vez como compensación de su faceta de profesor serio y exigente, don Rafael era extremadamente atento con los estudiantes, a los que siempre estaba dispuesto a recibir en su despacho para tratar sobre dudas variadas. Fernández Rubio tenía secretaria particular, distinta de la del Departamento; eso sí, pagada por el, como le gustaba aclarar. Al ir a verle, muchas veces solía estar hablando por teléfono. Al colgar y atenderte, se excusaba diciendo que la llamada procedía del director de una empresa, interesado en que desde la cátedra se le asesorara en algún proyecto.

Explicaciones de este tipo a nosotros, estudiantes provincianillos,  nos producían un efecto impactante. En otras ocasiones se le oía hablar en tono más alto y pausado, como dictando a alguien, aunque estaba solo. Luego nos enteramos de que el discurso iba destinado a una pequeña cinta magnetofónica que más tarde su secretaria transcribía, técnica que también resultaba novedosa en aquellos tiempos. Otras veces, al pretender entrar a verle, la secretaria te miraba y, medio en broma, te reconvenía: “¿y tu vas a entrar a ver a don Rafael con esos pelos? Anda, aféitate, péinate y luego vienes”.


Ciertamente que Fernández Rubio tuvo, en el periodo en que yo coincidí con él, varias secretarias, unas más discretas y otras más desenvueltas (no digo nombres). La misión principal de estas eficaces empleadas era custodiar y manejar unas máquinas de escribir que, por entonces, siempre estaban en la vanguardia tecnológica. Primero fue una (no digo marcas), provista de ruidosas bolas móviles, que corregía ella sola errores tipográficos. Luego otra que memorizaba hasta una línea de texto antes de escribirla. Todo ello hacía que los documentos variados (cartas, notificaciones, informes, tesis, etc.) que salían de las mentadas máquinas tuvieran un formato que por entonces destacaba entre los producidos por el resto de los departamentos. Y es que no existía aun el revolucionario invento de los procesadores de texto…
 

Una faceta destacable de don Rafael era su capacidad de motivar al alumnado, consecuencia de ser un excelente comunicador, un don que no es frecuente (pienso, por ejemplo, en algo parecido a los televisivos Félix Rodríguez de La Fuente o Carlos Arguiñano). Gustaba de ilustrar clases y conferencias con muchas diapositivas, paisajes en buena parte, preferentemente de países extranjeros visitados por él- que eran bastantes, en aquellos años en que no se viajaba tanto. Eso hacía las clases muy amenas, a lo que también contribuía su costumbre de, en la medida de lo posible, intercalar experiencias personales que tuvieran que ver con el tema que explicaba. Recuerdo con placer cuando, al ayudarle en sus clases, me cedía sus archivadores de dispositivas para seleccionar, entre centenares de ellas, las que luego debía usar yo.

Caricatura del Prof. Fernández Rubio.
En lo que se refiere al mencionado afán ilustrador no parece haber cambiado Fernández Rubio, pues bastantes años más tarde tuve la ocasión de preguntar a un alumno suyo de la Escuela de Minas de Madrid su opinión sobre las clases que recibían de Rafael (nótese que, tras su ida a Madrid, y a petición suya, dejó de ser para mi “don Rafael”). El alumno respondió, con la novela de Julio Verne como símil, que a sus clases les llamaban “la vuelta al mundo en ochenta…diapositivas”. Tengo que confesar que dicho estilo docente caló fuerte en mí, aunque en esto, como en tantas otras cosas, no he superado a mi maestro.

Don Rafael, en sus clases, trataba de minimizar los prolijos desarrollos físico-matemáticos de los conceptos hidrogeológicos, para centrarse en sus aspectos de pura aplicación, lo cual, en general, agradecíamos los alumnos, no demasiado sobrados de esa base de conocimientos. Quiero recordar, a este respecto, que una vez lo encontré con una tesis doctoral de sismología en las manos, la cual debía evaluar como miembro del tribunal correspondiente. Me comentó que, tras revisarla detenidamente durante varias horas, le había producido un fuerte dolor de cabeza, pues el texto “estaba lleno de culebrillas”. Yo no entendía qué quería decir con semejante alusión zoológica. Luego resultó que era una forma coloquial de referirse a los signos de integración, tan frecuentes en los desarrollos físico-matemáticos.
Cruzando el Guadiana con el autobús 
"La Galopera" de viaje de estudios a Portugal.

Inmediatamente antes de dejar Granada para incorporarse a la Escuela de Minas de Madrid, Rafael tuvo a bien donarme sus anotaciones docentes de Prospección Geofísica. Eran, como puede esperarse, “tipo Fernández Rubio”: claras de ideas y de extrema pulcritud en su presentación (mecanografiadas, lógicamente); muy bien ilustradas con figuras hechas a mano; con apostillas, notas y comentarios manuscritos, y con documentos adjuntos relevantes (artículos, folletos de empresas suministradoras de material, etc.) insertados donde procedía. Una pequeña joya, en fin, que  conservo con sumo aprecio, pues representa muy bien el carácter de su autor. Cada vez que examino tal documentación, y la comparo con las notas que para esos mismos menesteres yo preparo, constato lo poco que he aprendido en eso de mi maestro.


La docencia de hidrogeología se completaba con la posibilidad de atender a conferencias de especialistas de renombre internacional que acudían invitados por Fernández Rubio. Recuerdo, entre otros, a G. Castany, M. R. Llamas, E. Custodio, G. de Marsily, A. Sahuquillo, W. Back y C. Drogue. Mención aparte merece sus buenas relaciones personales con C. Romariz, director del Laboratorio de Hidrogeología de la universidad de Lisboa, institución que más adelante le nombraría Doctor “Honoris Causa”.



Con alumnos en el Cabo de San Vicente (Portugal).
Por otro lado, en las “excursiones largas” de la asignatura los estudiantes y becarios teníamos la posibilidad de recibir explicaciones “in situ” de profesionales ocupados en diferentes proyectos de investigación hidrogeológica a lo largo y ancho de España.

Así pude co        nocer a una serie de especialistas que luego han desempeñado papeles destacados en empresas y organismos o llegado a ser profesores universitarios e incluso académicos de las ciencias: Miguel Martín Machuca, Juan Antonio López Geta, Jean Pierre Thauvin, Melchor Senent, Antonio Pulido Bosch, Luis Linares Girela, Manuel Ruiz Tagle, Tomás Rodríguez Estrella y Bernardo López Camacho, entre otros.


En un rincón de su biblioteca.
Durante la permanencia de Fernández Rubio en la universidad de Granada se presentaron cinco tesis de doctorado con temática hidrogeológica: Antonio Pulido (1977), Antonio Yagüe (1980), la mía (1982) y las de Lucila Candela y Arsenio González Martínez (1984); estas dos últimas llevadas a cabo en otros centros universitarios. Parece justo incluir también en el periodo “rafaelista” otras dos que se presentaron inmediatamente después de su traslado a Madrid: las de Ignacio Morell y Antonio Castillo (1985). Y esto sin olvidar las que co-dirigió en Nothingam, Montpellier, Praga, París, Lisboa, Évora, Aveiro, Complutense de Madrid,...


El Boquete de Zafarraya (Granada).
Foto: Manuel Hogbin.
Cuando yo finalizaba mi carrera era frecuente que los estudiantes con buenas calificaciones en hidrogeología realizaran tesinas con dicha temática. Al lado del despacho de don Rafael existía una sala relativamente amplia, la denominada “sala catorce”, donde los tesinandos tenían sus mesas para trabajar.

Por allí pasaron, entre otros, los siguientes investigadores que me precedieron: Manuel Nieto, Julio Delgado, Juan Hidalgo, Sebastián Delgado, Juan María Ramos, Francisco Esquitino, Diego Casas, Francisco Medina, Emilio Castillo, Antonio Romero, Ignacio Morell Evangelista y José Luis Díaz Hernández. La mayoría de ellos han destacado luego en empresas y organismos variados. Uno de ellos (I. Morell) hizo luego la tesis doctoral, según se ha dicho, y es desde hace años brillante catedrático de la universidad Jaume I de Castellón, al igual que Antonio Pulido Bosch en la universidad de Almería, y Arsenio González Martínez en la de Huelva.
 

Con el tiempo he tenido la ocasión de leer algunas de las tesinas generadas en la “sala catorce” y debo confesar que son excelentes trabajos, algunos muy innovadores, realizados, en la mayoría de los casos, con medios muy limitados. Gracias a estas investigaciones se desveló buena parte del conocimiento hidrogeológico de enclaves tan interesantes como la ventana tectónica de Albuñol, el Polje de Zafarraya, el Torcal de Antequera, las minas de Alquife, el valle de Lecrín, la sierra de Lújar, la Depresión de El Padul, los Llanos de Carchuna-Calahonda o la vega de Motril-Salobreña.
 

Casi todos los habitantes temporales de la sala catorce habían terminado sus tareas cuando yo comencé a investigar en el Departamento de Hidrogeología. Había allí una especie de cartapacio provisto de unas gráficas pintadas en papeles transparentes. El mencionado cartapacio contenía las famosas curvas-patrón de Orellana y Mooney, entonces único método para la interpretación de los Sondeos Eléctricos Verticales, esa técnica tan socorrida para los hidrogeólogos, era una donación personal de Ernesto Orellana.


En la gruta de Mira de Aire
(Porto de Mós, Portugal).
Algunos alumnos de hidrogeología de Granada cursaban luego el Curso Internacional de Hidrología Subterránea (CIHS) en Barcelona. Don Rafael comentaba con orgullo que generalmente estos alumnos se posicionaban entre los mejor calificados del CIHS.
 

La buena relación entre don Rafael, Antonio Pulido y el numeroso grupo de antiguos alumnos y de tesinandos propició lo que se vino a denominar Grupo de Trabajo de Hidrogeología de la UGR (GTH).

Esta comunidad de colegas tuvo su actividad más destacada con la organización de una reunión científica en marzo de 1981; el primer Simposio sobre el Agua en Andalucía, SIAGA.

Hay que decir que el SIAGA fue un éxito rotundo y que, desde entonces, estos eventos con ocho ediciones ya en su haber, se vienen organizando de forma periódica en diferentes capitales de Andalucía: Granada (2), Córdoba, Almería (2),Sevilla, Baeza y Cádiz.

En el libro-homenaje a Fernández Rubio antes mencionado hay una contribución, de Antonio Castillo Martín y mía, donde se trata sobre su impronta personal en dicho evento, acompañada de una reseña fotográfica bastante completa.





Logotipo de la IMWA.
Diseño:  Javier Fernández Lorca..
Previamente al SIAGA, en 1979,  don Rafael planteó lo que podríamos llamar un órdago en eso de la organización de reuniones científicas, pues se lanzó a una convocatoria internacional que tuvo una amplísima repercusión entre los especialistas de todo el mundo. Me refiero al Simposio Internacional sobre el Agua en la Minería y las Obras Subterráneas (SIAMOS). Igualmente, este evento dio paso a otros posteriores de temática similar en tanto que fue el germen de la Internacional Mine Water Association (IMWA), ahora todo un referente en este apasionante campo del conocimiento científico-técnico y de la que Fernández Rubio fue Secretario General en sus inicios y posteriormente Presidente.


Frente a la costa de Granada-Málaga.
Por último, en 1988, estando ya en Madrid, y recordando sin duda sus trabajos previos en el acuífero de Almuñécar, decidió organizar en esa bella ciudad mediterránea el TIAC, congreso internacional sobre acuíferos costeros e intrusión marina, que, como de costumbre, fue un rotundo éxito y ha conocido ya varias convocatorias. Imborrable en el recuerdo aquel recorrido en barco, desde Motril hasta Nerja, en el que fue describiendo la hidrogeología de toda esa cornisa mediterránea.

Tras uno de sus viajes a Estados Unidos,  seguramente al conocer en profundidad la forma de trabajar del profesor de la universidad de Alabama, en Tuscaloosa  Ph. Lamoreaux, Rafael concibió lo que en adelante sería FRASA, acrónimo de la sociedad “Fernández Rubio y Asociados”.



Entre los “asociados”, además de Antonio Castillo Martín y yo mismo, se encontraban una serie de tesinandos de entonces. Recuerdo a Rafael Fernández Gutiérrez del Álamo, José María Sanz de Galdeano, Ildefonso Moreno Calvillo, Horacio Abril Gómez (q.e.p.d.), Angel Lozano Vega y Carmen Almécija Ruiz (“Maquica”). De esta última, por cierto, es prácticamente imposible que me olvide tras más de un cuarto de siglo de matrimonio, vivencia, por cierto, que se gestó cuando don Rafael tuvo la ocurrencia de alojarla en mi despacho para que hiciese su tesina.


En la Mina de Reocín a 200 m bajo el nivel del mar.
Este grupo de investigadores colaboró con Fernández Rubio en una serie de proyectos destinados a empresas y organismos diversos (ayuntamientos y diputaciones provinciales). Entre los trabajos hidrogeológicos para empresas que Rafael asesoraba con mayor continuidad, cabe destacar los llevados a cabo en las minas de Andorra (Teruel), Reocín (Cantabria) y Puentes de García Rodríguez (La Coruña).


Corte hidrogeológico esquemático.
Ladera meridional de Sierra Nevada
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También es de reseñar su vinculación con el balneario de Lanjarón y su planta embotelladora. En esta labor, Rafael contó con la colaboración de su sobrino Rafael Fernández Gutiérrez del Álamo y su mujer Aurora (“Coca”) Calvache, entonces recién casados, que pasaron unos meses en la bella localidad alpujarreña.

De entre los diferentes proyectos en que trabajamos, quiero destacar aquí uno que supuso la colaboración con otra empresa (IBERGESA) a instancias del IGME. Me refiero a la investigación hidrogeológica de los acuíferos carbonatados del alto Guadalquivir (Sistemas 30 y 31) o, como decíamos de forma abreviada, el “proyecto 30 y 31. Lo destaco porque supuso trabajar bajo la supervisión de Manuel (“Manolo”) Del Valle Cardenete, a la sazón jefe de la oficina del IGME en Granada y un destacadísimo profesional en numerosos ámbitos de la hidrogeología. Manolo falleció en 2001 y queda desde entonces grabado en la memoria de los que lo conocimos y aprendimos de su vasta experiencia.



Testificación eléctrica de sondeos en
Almuñécar (Granada).
Otro ámbito geográfico particularmente afecto a Rafael ha sido el valle del río Verde de Almuñécar. En diferentes ocasiones compartí con él jornadas de campo en ese bonito enclave subtropical. Creo recordar que, en algún momento, me comentó su vinculación familiar con la zona, concretamente mencionaba parientes suyos de la loma de La Gelibra. De hecho, Rafael pasaba por entonces las vacaciones de verano en Almuñécar, ciudad que más tarde le honró con una entrañable distinción: el aguacate de plata. Recuerdo haberle visitado en su chalet de veraneo y las bromas que sus hijos hacían sobre el desigual bronceado que su padre adquiría esos días, consecuencia de su hábito de tener siempre un libro en las manos cuando tomaba el sol en la tumbona.


En la memoria de esos días es imposible no dejar de recordar a Ana María, su mujer, y su carácter arrebatadoramente alegre. Su prematura desaparición fue un golpe que nos afectó a todo el círculo de amigos y colaboradores de Rafael. Recuerdo la primera vez que la saludé. Al ser presentados, me dijo, riéndose como siempre, poco más o menos lo siguiente: “¿Así que tu eres Benavente? Mira, ya tenía ganas de conocerte personalmente, porque el otro día, ayudando a Rafael a poner las calificaciones finales en las papeletas, te puse la Matrícula de Honor, y por eso me acuerdo del apellido y que le dije a Rafael: este muchacho tiene que valer mucho”.

Gracias, Ana María. Gracias, Rafael.