sábado, 12 de enero de 2013

Mina Konkola (Zambia): ¿Mina de cobre o de agua?



Para quien, muchas veces, ha tenido que hacer frente a las irrupciones de agua en la minería, es difícil superar la capacidad de asombro. Porque, algunos ya me lo han oído, el agua es absolutamente necesaria para la minería, pero también el agua puede ser el vecino molesto, mal encarado, traicionero,… y con ese me he tenido que enfrentar muchas y muchas veces.

Y eso, que podría plantearse como un lugar común para muchas minas en el mundo, es excepcionalmente impactante en la mina Konkola, localizada en la ciudad de Chililabombwe, en Zambia (aunque a buen decir tendría que rectificar: es la ciudad la que se ha desarrollado por la mina, y la que crece y crece sobre esa explotación subterránea, de más de 1.000 m de profundidad... porque aquí el huevo fue antes que la gallina).

Chililabombwe, que significa lugar donde la rana croa (place of the croaking frog), es una ciudad del Copperbelt (como nuestra Faja Pirítica Ibérica), localizada a unos 450 km al noroeste de Lusaka, la capital de Zambia, muy cerca de la frontera con la República Democrática del Congo. Una Copperbelt que alberga una de las mayores reservas metalogénicas  del mundo.

Aquí, aquella pequeña ciudad, con población muy reducida en 1955, cuando se produce la apertura de la mina, hoy, casi 60 años después, ya supera a los 100.000 habitantes (a pesar de los estragos del SIDA). Porque esta ciudad tiene todo su desarrollo merced a la minería (en este caso de cobre y también de cobalto), en este corazón del África negra.

Poner en valor esos minerales supone una labor titánica, de muchos hombres que, día a día, rinden su esfuerzo en un trabajo duro, pero del que muchos estamos enamorados. Tal vez por eso, cuando en aquellas galerías, a centenares de metros de profundidad, te cruzas con un minero (negro, totalmente negro, por su piel, y no por el polvo del carbón, como en otras minas ocurre), lo primero que te va llamar la atención va a ser las dos filas de perlas, que son sus dientes blancos, en una sonrisa que se contagia al devolver el saludo.

Y de esta mina, que tendré que contar muchas cosas más, lo más impresionante es el caudal de agua bombeado, desde algo más de 1.000 m de profundidad, que la convierte, posiblemente, a escala mundial, en una de las minas en la que más cantidad de agua se requiere drenar. El caudal medio anual bombeado varía entre 147 y 125 millones de metros cúbicos de agua, lo que supone valores medios entre 402.739 y 342,465 m3/día (equivalentes a 4.660 y 3.960 litros/segundo).

Pero, además, frente a estas cifras impresionantes, hay que resaltar que los aportes de agua, en la época de lluvias, superan con mucho a esas medias, dando caudales punta escalofriantes, porque aquí hay siete meses prácticamente sin lluvia, y cinco en los que no paran de tirar baldes de agua desde los cielos (para totalizar una media anual de 1.300 mm), y una parte no despreciable de esas lluvias se infiltra directamente en la mina, para ser extraída a través del Pozo Nº 1.

Para esta mina hemos trabajado mucho, con empeño e ilusión, especialmente en ese desafío de drenaje que supone profundizar  la mina hasta los 1.400 m de profundidad, con toda su previsión y planificación de drenaje, pero también aportando nuestra contribución, a lo largo de más de diez años, para que, a pesar de las enormes dificultades, esta mina sea una de las más seguras del mundo, en cuanto a drenaje y sistemas de control de agua se refiere.

Para ello se cuenta con un complejo sistema de estaciones escalonadas de bombeo (que llegan a ser mayores que las estaciones del metro), situadas a profundidades de 985 m, 690 m y 370 m; grandes cámaras para almacenamientos de agua en situaciones de emergencia; galerías de desagüe de decenas y decenas de killómetros de longitud; centenares de sondeos de drenaje equipados con válvulas de cierre controlado; barreras y puertas de cierre hermético (water tight doors);…

Con este sistema se ha conseguido que un gran porcentaje de esa agua sea controlable (del orden del 55 %), es decir se pueda evitar la inundación durante un cierto periodo de tiempo, que permite poner en operación todos los sistemas de emergencia, lo que supone un incremento muy notorio de las condiciones de seguridad.

Y ¿porqué tanta agua? En primer lugar porque la roca mineralizada (pizarras) se encuentra flanqueada a techo por rocas carbonatadas muy karstificadas, con espesor de más de 700 m, y a muro por conglomerados y cuarcitas muy permeables, que sobrepasan los 150-200 m de espesor. Estos muy potentes acuíferos, hacen que la explotación de ese sándwich se tenga que realizar en el contexto hidrogeológico de verdaderas bombas de aportar agua, allá por donde te descuides.

Y, a mayor abundamiento, sobre los afloramientos de las formaciones geológicas acuíferas discurre uno de los mayores ríos de este país, el Kafue, que a su vez recibe dos tributarios que también las surcan el Lubenguele y el Kakosa. Y las grandes fallas de Lubenguele y Luansobe, junto a las fallas transversales y axiales del anticlinal de Kirila Bombwe, cruzan a dicha red hidrográfica (y al gran embalse de residuos del lavadero de flotación), y se extienden en profundidad hasta las galerías mineras, estableciendo así una conexión de alta conductividad hidráulica, que lleva a las aguas superficiales hasta la mina en volúmenes impresionantes y en plazos cortísimos.

Todos estos nombres me eran difíciles de retener al principio, pero pronto, de tanto vivirlos, me familiaricé con ellos, y especialmente tras tantas y tantas pesadillas con el agua, y tras tanto dar vueltas y vueltas a las mejores propuestas de soluciones, con mis grandes amigos y colegas Keith Kapui, Sixtus Mulenga, Ashok Singh, Charles Sihole, Chanda Fidelis,… a quienes dedico este relato deshilvanado.

Pero, además, el agua penetra de manera torrencial a través de multitud de simas abiertas (caving area), por el colapso y subsidencia de los materiales de techo, que han dejado el subsuelo como si fuese un queso gruyere, consecuencia de una explotación con hundimiento de las cámaras (sub-caving method), hasta que recientemente se ha acometido el relleno de las mismas (cut and fill method, teniendo previsto pasar al longitudinal bench and fill), con detritus procedentes del lavadero a los que se añade cemento, para reducir esos colapsos.

Y, aun más, inclusive buena parte de las aguas residuales urbanas, desaparece en profundidad, y los canales se rompen, provocando la infiltración hacia la mina ¿será por falta de fuentes de aporte de agua?…

Así, adentrarse por el agua de este mundo subterráneo no puede ser más que impresionante, y es por ello que, para hacer posible la explotación de los nuevos niveles en profundidad, se excavan en paralelo, y a cotas separadas varios metros, dos galerías de avance. La inferior, siempre excavada por delante, será la que actúe de colector y conducto del agua hacia la estación de bombeo, y la superior será la que normalmente se utiliza para la explotación del mineral.

En la galería de drenaje el agua nos puede llegar por las rodillas, o por la cintura o por el pecho… como precaución, en sus paredes, se identifican las líneas de profundidad. En ella es penoso el avance a contra corriente (e imposible y muy peligroso ya cerca de las cámaras de almacenamiento, decantación y regulación), aunque la temperatura es perfectamente soportable.

Para conseguir “agua controlada”, en el acuífero de techo, se utiliza el método que hace muchos años definí como “drenaje preventivo en avance” y que así se conoce hoy en la minería internacional (Preventive Drainage in Advance (PDA)).

Para ello, desde las galerías de evacuación del agua se perforan los transversales de drenaje (drainage crosscuts), con su anchurón terminal (drainage drifts o drilling bay), provisto de una gruesa pared de hormigón, a través de la que se perforan largos sondeos de drenaje (drilling boreholes), provistos de válvulas de cierre. Desde cada uno de ellos se drenan, en el acuífero de techo, entre 10.000 y 25.000 m3/día, pudiendo alcanzar hasta 40.000 m3/día, y una media de 5.000 m3/día en el de muro.

Y a esas drilling bay tienen que acudir, sin perder un minuto, los equipos que día y noche tiene la responsabilidad del cierre de válvulas, cada vez que se produce un corte en el suministro de energía eléctrica, para el desagüe de la mina. Por ello las brigadas de “bomberos” tienen que estar perfectamente adiestradas, para que cada uno cumpla sus cometidos, cronometre los tiempos de que dispone, y tenga identificadas perfectamente las vías de escape, mientras entran en funcionamiento los sistemas de abastecimiento eléctrico de emergencia, o se repara la incidencia.

Indudablemente esto que aquí traigo a colación ni es ni pretende ser un informe técnico, es un escrito divulgativo de esas misiones, por el ancho mundo, en las que uno da todo lo que tiene de sus conocimientos y experiencias, sin restricción alguna. Pero en las que ese darlo todo tiene, como infinita recompensa, el volver con las alforjas repletas de nuevas vivencias, y el corazón lleno de amistades, ganadas para siempre.

2 comentarios:

  1. Es un relato impresionante, que nos describe el poder de la naturaleza y el enorme afán del hombre para acceder a los tesoros que ella guarda. Mi felicitación.

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  2. Javier: llevas toda la razón. Cuando tenemos en la mano un cable de cobre, para conducción de la electricidad, no reflexionamos en los esfuerzos que ha podido costar el obtener ese cobre a partir de los minerales que, tan celoso, guarda el subsuelo ¡sangre, sudor y lágrimas!

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