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viernes, 19 de abril de 2013

Mi amiga Coral

Rafael Fernández Rubio, desde el Cuadrilátero Ferrífero (Minas Gerais, Brasil)


Andaba hoy trabajando por el Córrego de Fechos, en Nova Lima (Minas Gerais), y ha venido a visitarme mi amiga “Coral”. ¡Bonito nombre!...
 
Venía vestida que parecía un payaso, porque a nadie se le ocurre ponerse un traje a rayas, de vivos colores, amarillo, rojo y negro, aunque andes por la selva. ¡Digo yo!
 
Y a nadie se le ocurre esconderse entre la hojarasca, tapándose la cabeza bulbosa, y moviendo la parte final de su cuerpo, para despistarte (por aquello de que: aquí te pillo, aquí te mato).
 
Esta, que ha salido a mi encuentro, tenía casi setenta centímetros, aunque la verdad es que no la he medido, para no enfadarla. Dicen que, cuando salen de los huevos, las crías de serpiente coral miden casi 18 centímetros y son ya venenosas.

Las corales, o rabo de ají, constituyen un grupo de serpientes venenosas de la familia Elapidae, propias de zonas tropicales. Su mordedura, es de las más venenosas, pero tiene la ventaja de que no es dolorosa en el primer momento, ni provoca hinchazón en la zona afectada, y hasta los síntomas pueden tardar en manifestarse hasta pasadas doce horas. Ahora, eso si, si no te aplican el correspondiente antídoto, la neurotoxina comienza a perturbar las conexiones entre el cerebro y los músculos, provocado dificultades en el habla, visión doble, parálisis muscular y, en último término, paro respiratorio y cardíaco... total que te manda al otro mundo la muy jodida.
 
Dicen que, si no la pisas, en general no te va a morder, pero como se oculta entre las hojas, si no vas atento si que te puede morder. La nuestra (bueno, que mía no es, y si la quieres te la puedes quedar); digo que esta cuando le han azuzado con un palo, se ha metido en un agujero entre las piedras.

En todo caso siempre andamos por la selva con “perneras”, hasta la rodilla, de grueso cuero, para proteger contra las mordeduras de estos billejos.

Esta serpiente es pariente de la cobra y de la mamba, y es la segunda vez que me la encuentro (la otra vez fue en el arenal de un barranco muy escarpado ("córrego"), en lo que luego sería la mina de Aguas Claras, en Nova Lima (Minas Gerais).

 La “gachí” se alimenta de lagartos, ranas y serpientes más pequeñas, incluidas otras serpientes coral.